jueves, 4 de abril de 2019





José Vivenes: Actuantes del Destino


Eduardo Planchart Licea 

Para José Vivenes     el arte     debe  crear una   vinculación con la realidad,  que provoque reflexiones   sobre   nuestro aberrante  devenir,  a esto responde su proyecto “La Balsa de Bello Monte”, inspirada por su   pasión   por comprender   la  involución ciudadana, al generarse  un salto atávico a lo que  él llama:  “oscurantismo animalista”.   Caracterizado por un proceso deconstructivo de la sociedad,  que  ha convertido  los sueños de la razón en apocalíptica pesadilla. Se materializaron al fin, los   fervientes deseos milenaristas,  de los partidarios del  socialismo. Lograron   transformar  la Pequeña Venecia  en una gigantesca jaula de  acero. 

El venezolano  existe en un espacio-tiempo dominado por  el temor. Es la psiquis del  hombre nuevo, que engendró la revolución,   en su negación del liberalismo,  creando una sociedad donde  la descripción de George   Orwell del totalitarismo,   en  su novela  “1984”, (1949)  se acerca trágicamente a  nuestra realidad, donde la iconografía patria y la historia se reescribe día  a día.  Y el lema  del Gran Hermano: "La  guerra  es la paz, La  libertad es la esclavitud,  la ignorancia es la fuerza",  es parte  de nuestra  cotidianidad.  Esta  mordaz crítica al    totalitarismo se    transformó en una alegoría del presente,  por  el dominio  de los antivalores sembrados por el régimen,   una humanidad fanatizada cual   zombis  que recuerdan   la serie post-apocalíptica  “The Walking Dead”.   

La  realidad ha demostrado lo equivocada que estaba  la  de izquierda  latinoamericana en sus proyectos políticos revolucionarios, y particularmente la venezolana    que ignoró la Perestroika (1985), la caída del Muro de Berlín (1989),  y  las actuales transformaciones de China, y la dictadura de los Castro.  Actuar de espalda a este devenir, es resultado de    la incapacidad de pensamiento crítico, creativo y activo de esta generación, y delata su verdadero objetivo:  la permanencia  en el Poder, siguiendo la tradición caudillista.  Así,    la dictadura del partido, se  afirma en  el país y en  Santiago León de Caracas,   tras el   telón de fondo de   una  soterrada guerra civil,   que devora decenas de venezolanos con cada tic.-tac.  Ante este panorama  nos llama la atención José Vivenes,  en su exposición  Actuante, 2016 es un iceberg   que   revela metáforas visuales de ésta: la cruda verdad.  

Retratos:
El artista con su obra confronta  al otro con   sus  retratos creados sobre planos de Caracas,  para crear un expresionismo de  individuos  atormentados que viven y  mueren masivamente,  no por la peste como en el medioevo, sino  por  la muerte violenta, y por el silbido de bala. Estas formas en tinta chinta  gritan su temor y su angustia en el silencio del papel a través de sus deformes gestos,    mientras  las abstractas  manchas, se lanzan  sobre   los  rostros de estos  retratos,   como eco del fogonazo de la muerte, que se materializa en  dibujos como Pensamiento producido en el seno de esta sociedad que va lentamente siendo conquistada,  2017.  Podría ser este personaje  un ícono de los horrores  que han vivido los  250.000 asesinados por muerte violenta en los últimos diez años.

Entre estos dibujos destaca   el expresionismo de Actuante, 2016 rostro que muestra entre sombras     trazos  y   manchas, elementos visuales que proyectan la angustia del venezolano. La composición de esta serie se presenta como una ofrenda propiciatoria al  monstruoso Kraken, metáfora que podría haber descripto  Tomas  Hobbes (1508-1679), en su célebre libro “Leviatán” (1651), entre pinceladas    de grises y    negros que parecieran   tormentas oceánicas  que invaden a la sociedad,     imagen eficaz de   la  degeneración  que se está dando en todos los niveles de nuestra sociedad. Estos retratos afirman  la individualidad perdida, la ausencia del  sentido de la vida, que provocan    la conversión   del  sujeto  en objeto,  que pasa   de ser actuante, a   ser un poseído. Este sentido, encuentra eco en la serie de ensamblajes La   Palabra se   convirtió en  sinónimo de innovación radical, 2017,   cabezas realizadas en papel y engrudo, con sombreros que recuerdan la inquisición,  y  objetos rituales de la santería como  el elegua,   religiosidad utilizada  por los dictadores caribeños para ejercer e internalizar en la sociedad  su Poder.   

 El dibujo Desapercibidos, 2017, la figura humana se presenta dominada entre la vorágine de  la oscuridad, y en Personalidad de un sujeto, 2016, este clima toma un giro que acentúa el expresionismo al brotar de la negrura,  la huella dorada de una mano extendida, no como gesto estético ritual   propia de las cuevas de Altamira, sino como un gesto de angustia ante la presencia de un arma blanca, que se ha convertido en  elemento común  de  esta violencia incontrolable,   que se percibe en cada rincón del país. Estas atmósferas responden a  uno de los planteamientos centrales del artista, y es que  la sociedad venezolana  vive   un proceso de medievalización, es éste  uno de los lineamientos centrales del pensamiento de Umberto Eco (1932-2016) , que se da tanto en nuestros sectores populares, como a todo lo largo del país por la fragmentación del espacio  y las nuevas  fronteras   afirmadas por las bandas armadas, la narco guerrilla, los colectivos,  las autodefensas de las urbanizaciones indican que se  está evolucionando hacia estructuras similares a las que se dieron en el feudalismo.   El paramilitarismo del régimen, y los colectivos hacen islas dentro de la sociedad, son   una nueva capa de inquisidores contemporáneos manipulados por los obispos de esta ideología con  rasgos de religión, no visten trajes negros y enarbolan cruces, sahumerios y oraciones sino vestimentas militares, entre  ropajes rojos con los oraciones-slogan de esta religión de estado, como  es ¡Hasta la Victoria siempre Patria o Muerte!, ¡Ganar como sea!, ¡El Show debe continuar!..

Para transmitir visualmente este sentido, el artista    recubre de pinceladas doradas, asociadas a lo sacro y negras, al oscurantismo, objetos figurativos   sobre mapas topográficos  con  un  gestualismo pictórico que llega al extremo   de pintar con las manos. En esta serie, estos colores  cubren las  torres de petróleo, armas de fuego,  íconos patrios, héroes independentistas..;  transmiten la idea de que aún  estamos atrapados en la utopía del Dorado.   A esto responde el dibujo Excremento del diablo, 2016 donde es delineada una   dorada torre de petróleo,  cubierta  por manchas negras,  para transmitir al otro   la cruda realidad  de que el venezolano  no ha sabido aprovechar esta riqueza, cómo diría don Arturo Uslar Pietri “No se  ha sembrado el petróleo”,  esto ha deformado al venezolano a niveles exponenciales  gracias al  socialismo,  que  mantiene a través del populismo  una  economía   de puerto y la estructura de un país minero.  

Esta    pobreza   entre riqueza, se materializa en los dibujos de cornucopias doradas, por donde deberían  emanar los frutos de la tierra, como en el escudo nacional,  en lugar de ello  son dominadas por  torrentes dorados como expresión de la  alquimia de la miseria. Como se evidencia en el dibujo Diptongo para un hiato de país, 2017, donde la cornucopia  está representada con trazos espontáneos delgados y dorados, donde no se ven caer   los frutos  que produce nuestra generosa tierra  y, en su lugar, dos ratas devoran los restos del festín de la boliburguersía.  Está develando Vivenes metáforas  de   una  sociedad  que abandonó  los valores que se estaban tratando de sembrar   en cuarenta años de  democracia, tan simples como que la riqueza es producto del trabajo, y no de la viveza; destacar el criterio de excelencia y no el de militancia, el de innovación y no el de sumisión, sentidos morales que están representados en  estas ratas que se alimentan de  despojos.  El  símbolo de la cornucopia ha trasformado su sentido y su significación. En la antigüedad, los frutos que  brotaban de los cuernos de la abundancia lo hacían por la parte superior,  y estaban   asociados a deidades griegas como Baco y  Ceres, vinculadas a la fertilidad y  a los instintos primaverales. Pero esto fue mutando, y en términos simbólicos  se dio un cambio del lugar por donde brotaban los frutos, que  paso de  la parte superior a la inferior,  entre los siglos XVII y XVIII, y estos frutos que brotaban y  caían asumieron connotaciones vinculadas a la libertad, la felicidad pública y la prudencia política como  generadora de riquezas de las naciones. Estas cornucopias   que parecieran desmaterializarse por la rapidez de la pincelada, como ocurre en Episteme Moderno, 2017, asumen estas valoraciones en la iconografía del artista.     

Cerdos y cochinos antropomórficos: 
Vivenes utiliza  el cochino como  uno de los animales metafóricos   para  representar,   la pérdida de valores promovida por el régimen como  la intolerancia, la violencia, la censura, la sumisión, el bachaqueo, la escasez, el temor, la traición, el fanatismo  en sus dibujos trazados  en tinta china sobre mapas topográficos de Caracas,   realizados  con pinceladas rápidas y precisas, y  haciendo uso de  la mancha para crear una tensión entre la figuración y la abstracción. El cerdo se hace presente en esta serie en piezas como El Mito en su Exégesis, 2017, y el Símbolo antecede al Mito,  2017,     dibujos que se convierten en un punto de reflexión,  vinculado  a  la crítica de la novela de George Orwel (1903-1945) Rebelión de la Granja (1945), donde un   cerdo  se convierte en el tirano, y su especie en la clase dominante para deformar los valores de  igualdad, que motorizaron la rebelión. Critica al socialismo y al estalinismo, que se convierte en universal por sus  mordaces señalamientos. Planteamiento que tiene vigencia en los regímenes que se fundamentan en este sistema  ideológico de raíz marxista.
 Dentro   del budismo, el cerdo simboliza el desenfreno  de los deseos, psicología que hereda del hinduismo. Representa por tanto la lujuria, el egoísmo, la sexualidad, la vanidad, la ignorancia, todo aquello que para esta visión del mundo nos encadena a lo más bajo del ser. Y que   hace que  lo sublime se trasforme en  intrascendente,  la paz en violencia, el conocimiento en ignorancia. Es la representación del oscurantismo y la bajeza, dinámica vinculada a la parábola bíblica de las perlas echadas a  los cerdos, imagen de que las verdades espirituales no deben ser  dadas a los indignos de recibirlas; citando a Heráclito,  Clemente de Alejandría   escribe: ”el cerdo goza en el fango y en el estiércol”,   por ello se prohíbe la carne del cochino en el Islam y el judaísmo. Sin embargo entre los vietnamitas, el cerdo es signo de la abundancia, sentido que también es compartido por los egipcios,  significados que se alejan del sentido que les transmite Vivenes, usa  al cochino para representar la perversión de los ciudadanos en las diversas instituciones del Estado; asume   connotaciones negativas, vinculadas a la mitología política  de G. Orwell, lo cual reafirma en el ensamblaje Ideales, 2017, donde sobre una tablero de ajedrez ,  que como juego está  relacionado al azar, y es ese el destino incierto que se cierne sobre Venezuela, para reforzar este sentido  ubica la pata de una mesa con una  rueda   que transmite  una inquietante sensación de desequilibrio e incertidumbre. En cuyo vértice se encuentra  el  rostro de un busto de Bolívar, enmascarado con  parte de un  hocico  de cochino. Materializa  este ensamblaje,    la ignorancia, y  la incapacidad de  esta generación de  héroes de   tener un pensamiento crítico ante la filosofía de la Ilustración y el marxismo. Lo que  ha llevado a esta joven República   a ser incapaz de asumir un destino enraizado en su historia, y no en una quimera.

Ratas humanizadas:
 Los roedores  son  parte de esta iconografía,   se adaptan a las circunstancias más extremas de sobrevivencia. Existen  en  los despojos, en la basura, en los desechos, se caracterizan por  su suciedad, desorden, mal olor, habitan  lugares oscuros, subterráneos y cloacas como actualmente ha ocurrido con algunos venezolanos.  De ahí la presencia de este animal en este  lenguaje plástico. Idea que se expresa de manera clara y contundente, en el plano de Caracas, sobre el que son pintadas dos ratas,  en la obra Dos cosas unidas en una misma idea, 2016.
Paradójicamente el  roedor  tiene     significaciones  opuestas  en Asia, pues es considerado un animal de buen augurio, en Japón donde es  asociado a la riqueza, y en lugares como China y Siberia es su ausencia  signo de inquietud.    Pero  en  Occidente, su simbolismo se asocia a  la avaricia, el parasitismo y la miseria; y  para  Homero, uno de los nombres de Apolo es Sminteo,  derivación de la palabra rata,  animal que propagaba para los griegos  la peste, y destruía las cosechas.  Estos significados  los asume el artista como símbolos   del proceso  de demolición   de una nación. Tal como se evidencia    en la serie de collages de gran formato. Sus significaciones  para el artista  se encuentran en las afirmaciones que hace  en el documental José Vivenes: Actuante, 2017,  representan  la pérdida de valores,  de identidad, de la calidez del venezolano, que  se convierte en  un ser  débil  moralmente. Esto se materializa  en la obra Irreversible Cotidianidad, 2017,  donde  un ser antropomorfo, un hombre-rata está sobredimensionado, donde la técnica que empleó el artista se hace eco de los  hábitos   del roedor, en el  uso particular que hace del collage, al pegar lo dibujado, y al secarse   arrancarlo violentamente. Para dejar    huellas que deja en la superficie de la obra,  que parecieran mordiscos de la rata   tras roer   las etiquetas  de papel. Es este un símil  de esa capa social o boliburgesía  que se ha dedicado a enriquecerse de la corrupción y  la destrucción del aparato productivo de Venezuela. Este  lenguaje plástico, al hacerse  eco de las hábitos del roedor, y del    caos  que dejan las huellas de sus mordidas  de  los papeles que roe, dejan presencias o   mantos de caos  similar a los despojos de la gran población de venezolanos, que se alimentan de los basureros de la calles de las urbes.
La rata en  este lenguaje visual,  es un arquetipo  del venezolano pervertido, deformado por el contexto socio-cultural actual. Al ver el inicio de esta serie en el taller del artista a mediados del 2016,  las primeras capas de estas obras de papel eran laberintos, sobrepuestos, cortados sobre el papel   que emanaban   caos, y oscuridad. Parecían un tributo a Goya.  Negaban ante todo el orden, la luz, la armonía, la paz, la empatía social,  valores añorados por todo país civilizado.  Al terminarlos  proyectan  un contexto socio-político, que  provoca en    el otro una reflexión que puede llevar a un cambio   de conciencia,  que lo convierta en actuante de su destino. 

La fotografía en  Actuante:
En la Balsa de Bello Monte, hay fotografías referenciales que determinan obras  como  el cuadro     titulada Fauna Social, 2016, está  inspirada en una fotografía de la serie Relaciones Paralelas de Luis Brito (1945-2015). Imagen de  un pájaro  caído,    símbolo de la libertad, la ligereza, la espontaneidad, lo lúdico, la gracia    golpeado y asesinado  por un choque con  un objeto de la urbe. El  amarillo vibrante   propio de  la pincelada del artista,  contrasta con el cuerpo oscuro del ave,  un delgado rastro de sangre  se desliza  por su cuerpo. Uno de los iconos visuales de Nelsón Garrido, también están presentes en esta figuración metafórica de Vivenes, en las diversas series fotogràficas de este artista centradas en el cochino. Al igua que  los ajusticiamientos  en Vietcong,  fotografiados por Eddie Adams, están presentes como  relación,  uno de ellos  ganador del premio Pulitzer en 1969. Otra imagen   vital para   acercarse  a  los secretos estéticos de esta serie,   es  la Morgue de Bello Monte, del reportero de sucesos  Alex  Delgado, publicada en el 2010 por el diario El Nacional, que  provocó el cierre del periódico, al de igual que el del Tal Cual. Fue evidente  la censura. A raíz de  ello se  prohibió  publicar imágenes de violencia explícita  en los periódicos, no es casual que esta imagen apocalíptica  tenga   la atmósfera de la novela de Joseph Conrad (1827-1924),  Corazón de Tinieblas. Es de hacer notar que en ese momento, la imagen haya provocado tal impacto, y  es ésta una de las  fotografías que tiene como referencia de la pieza “Rosario Alfabético”, (2016-2017). La cual tiene a su vez  como   asociación  visual  uno de los cuadros más conocidos de Occidente,   ícono del Romanticismo la Balsa de la Medusa, 1818, de Gericault  (1791-1824),  el contenido de la pintura  describe  a 147 náufragos  de los que  solo  sobrevivieron 15 desaparecidos por  el suicidio, el homicidio y el canibalismo.   
En este collage,   se perciben manos a la deriva, cuerpos sobre cuerpos, desordenados como si estuvieran  flotando en el embravecido mar,  hinchados, deformados, lanzados cual  basura que prefiguran las   hambruna silenciada  que nos corroe…
Cada una de esta piezas contiene un grito silencioso de indignación. La ironía está presente en las instalaciones, como la de  Dimensión Estereotipada, 2017, donde de  un carro de juguete,  figuras de miniaturas    disparan  a un   pollo.     Este humor negro también se materializa en los ensamblajes  creados por el artistas, como es   el  busto fantasmal,  hecho con la materia   prima de libros apilonados y pegados a los   que el creador dio  forma con una aserradora, para transmitir esa noción  de intoxicación  intelectual,    de los   progresistas o vanguardias de la cultura y la política, y a su vez señalar la  ignorancia y pasividad  que nos ha llevado a esta revolución bonita. Existe en la muestra otro ensamblaje, donde recrea el artista esta idea desde otra perspectiva,  con el apilamiento de la edición de las obras completas de Simón Bolívar   pegadas como ladrillos, pues el pensamiento bolivariano se ha convertido en  eso, en una realidad inerte y justificadora del totalitarismo,   de ahí el bozal de la cabeza del  muñeco con forma de  zombi, que se ubica en la cúspide de esta escultura. Tienen  estos ensamblajes el sentido que le da Anselm Kieffer (1945), a sus instalaciones de libros de plomo, que son guiados por la idea de que la memoria debe preservarse para poder asimilar las tramas de la historia. Pues el olvido es uno de las principales tragedias de nuestro devenir. Pareciera que existimos  para olvidar.







miércoles, 20 de marzo de 2019

Actuante



José Vivenes: Actuantes del Destino



Para José Vivenes     el arte     debe  crear una   vinculación con la realidad,  que provoque reflexiones   sobre   nuestro aberrante  devenir,  a esto responde su proyecto “La Balsa de Bello Monte”, inspirada por su   pasión   por comprender   la  involución ciudadana, al generarse  un salto atávico a lo que  él llama:  “oscurantismo animalista”.   Caracterizado por un proceso deconstructivo de la sociedad,  que  ha convertido  los sueños de la razón en apocalíptica pesadilla. Se materializaron al fin, los   fervientes deseos milenaristas,  de los partidarios del  socialismo. Lograron   transformar  la Pequeña Venecia  en una gigantesca jaula de  acero.
El venezolano  existe en un espacio-tiempo dominado por  el temor. Es la psiquis del  hombre nuevo, que engendró la revolución,   en su negación del liberalismo,  creando una sociedad donde  la descripción de George   Orwell del totalitarismo,   en  su novela  “1984”, (1949)  se acerca trágicamente a  nuestra realidad, donde la iconografía patria y la historia se reescribe día  a día.  Y el lema  del Gran Hermano: "La  guerra  es la paz, La  libertad es la esclavitud,  la ignorancia es la fuerza",  es parte  de nuestra  cotidianidad.  Esta  mordaz crítica al    totalitarismo se    transformó en una alegoría del presente,  por  el dominio  de los antivalores sembrados por el régimen,   una humanidad fanatizada cual   zombis  que recuerdan   la serie post-apocalíptica  “The Walking Dead”.   
La  realidad ha demostrado lo equivocada que estaba  la  de izquierda  latinoamericana en sus proyectos políticos revolucionarios, y particularmente la venezolana    que ignoró la Perestroika (1985), la caída del Muro de Berlín (1989),  y  las actuales transformaciones de China, y la dictadura de los Castro.  Actuar de espalda a este devenir, es resultado de    la incapacidad de pensamiento crítico, creativo y activo de esta generación, y delata su verdadero objetivo:  la permanencia  en el Poder, siguiendo la tradición caudillista.  Así,    la dictadura del partido, se  afirma en  el país y en  Santiago León de Caracas,   tras el   telón de fondo de   una  soterrada guerra civil,   que devora decenas de venezolanos con cada tic.-tac.  Ante este panorama  nos llama la atención José Vivenes,  en su exposición  Actuante, 2016 es un iceberg   que   revela metáforas visuales de ésta: la cruda verdad.  

Retratos:
El artista con su obra confronta  al otro con   sus  retratos creados sobre planos de Caracas,  para crear un expresionismo de  individuos  atormentados que viven y  mueren masivamente,  no por la peste como en el medioevo, sino  por  la muerte violenta, y por el silbido de bala. Estas formas en tinta chinta  gritan su temor y su angustia en el silencio del papel a través de sus deformes gestos,    mientras  las abstractas  manchas, se lanzan  sobre   los  rostros de estos  retratos,   como eco del fogonazo de la muerte, que se materializa en  dibujos como Pensamiento producido en el seno de esta sociedad que va lentamente siendo conquistada,  2017.  Podría ser este personaje  un ícono de los horrores  que han vivido los  250.000 asesinados por muerte violenta en los últimos diez años.

Entre estos dibujos destaca   el expresionismo de Actuante, 2016 rostro que muestra entre sombras     trazos  y   manchas, elementos visuales que proyectan la angustia del venezolano. La composición de esta serie se presenta como una ofrenda propiciatoria al  monstruoso Kraken, metáfora que podría haber descripto  Tomas  Hobbes (1508-1679), en su célebre libro “Leviatán” (1651), entre pinceladas    de grises y    negros que parecieran   tormentas oceánicas  que invaden a la sociedad,     imagen eficaz de   la  degeneración  que se está dando en todos los niveles de nuestra sociedad. Estos retratos afirman  la individualidad perdida, la ausencia del  sentido de la vida, que provocan    la conversión   del  sujeto  en objeto,  que pasa   de ser actuante, a   ser un poseído. Este sentido, encuentra eco en la serie de ensamblajes La   Palabra se   convirtió en  sinónimo de innovación radical, 2017,   cabezas realizadas en papel y engrudo, con sombreros que recuerdan la inquisición,  y  objetos rituales de la santería como  el elegua,   religiosidad utilizada  por los dictadores caribeños para ejercer e internalizar en la sociedad  su Poder.   

 El dibujo Desapercibidos, 2017, la figura humana se presenta dominada entre la vorágine de  la oscuridad, y en Personalidad de un sujeto, 2016, este clima toma un giro que acentúa el expresionismo al brotar de la negrura,  la huella dorada de una mano extendida, no como gesto estético ritual   propia de las cuevas de Altamira, sino como un gesto de angustia ante la presencia de un arma blanca, que se ha convertido en  elemento común  de  esta violencia incontrolable,   que se percibe en cada rincón del país. Estas atmósferas responden a  uno de los planteamientos centrales del artista, y es que  la sociedad venezolana  vive   un proceso de medievalización, es éste  uno de los lineamientos centrales del pensamiento de Umberto Eco (1932-2016) , que se da tanto en nuestros sectores populares, como a todo lo largo del país por la fragmentación del espacio  y las nuevas  fronteras   afirmadas por las bandas armadas, la narco guerrilla, los colectivos,  las autodefensas de las urbanizaciones indican que se  está evolucionando hacia estructuras similares a las que se dieron en el feudalismo.   El paramilitarismo del régimen, y los colectivos hacen islas dentro de la sociedad, son   una nueva capa de inquisidores contemporáneos manipulados por los obispos de esta ideología con  rasgos de religión, no visten trajes negros y enarbolan cruces, sahumerios y oraciones sino vestimentas militares, entre  ropajes rojos con los oraciones-slogan de esta religión de estado, como  es ¡Hasta la Victoria siempre Patria o Muerte!, ¡Ganar como sea!, ¡El Show debe continuar!..

Para transmitir visualmente este sentido, el artista    recubre de pinceladas doradas, asociadas a lo sacro y negras, al oscurantismo, objetos figurativos   sobre mapas topográficos  con  un  gestualismo pictórico que llega al extremo   de pintar con las manos. En esta serie, estos colores  cubren las  torres de petróleo, armas de fuego,  íconos patrios, héroes independentistas..;  transmiten la idea de que aún  estamos atrapados en la utopía del Dorado.   A esto responde el dibujo Excremento del diablo, 2016 donde es delineada una   dorada torre de petróleo,  cubierta  por manchas negras,  para transmitir al otro   la cruda realidad  de que el venezolano  no ha sabido aprovechar esta riqueza, cómo diría don Arturo Uslar Pietri “No se  ha sembrado el petróleo”,  esto ha deformado al venezolano a niveles exponenciales  gracias al  socialismo,  que  mantiene a través del populismo  una  economía   de puerto y la estructura de un país minero.  

Esta    pobreza   entre riqueza, se materializa en los dibujos de cornucopias doradas, por donde deberían  emanar los frutos de la tierra, como en el escudo nacional,  en lugar de ello  son dominadas por  torrentes dorados como expresión de la  alquimia de la miseria. Como se evidencia en el dibujo Diptongo para un hiato de país, 2017, donde la cornucopia  está representada con trazos espontáneos delgados y dorados, donde no se ven caer   los frutos  que produce nuestra generosa tierra  y, en su lugar, dos ratas devoran los restos del festín de la boliburguersía.  Está develando Vivenes metáforas  de   una  sociedad  que abandonó  los valores que se estaban tratando de sembrar   en cuarenta años de  democracia, tan simples como que la riqueza es producto del trabajo, y no de la viveza; destacar el criterio de excelencia y no el de militancia, el de innovación y no el de sumisión, sentidos morales que están representados en  estas ratas que se alimentan de  despojos.  El  símbolo de la cornucopia ha trasformado su sentido y su significación. En la antigüedad, los frutos que  brotaban de los cuernos de la abundancia lo hacían por la parte superior,  y estaban   asociados a deidades griegas como Baco y  Ceres, vinculadas a la fertilidad y  a los instintos primaverales. Pero esto fue mutando, y en términos simbólicos  se dio un cambio del lugar por donde brotaban los frutos, que  paso de  la parte superior a la inferior,  entre los siglos XVII y XVIII, y estos frutos que brotaban y  caían asumieron connotaciones vinculadas a la libertad, la felicidad pública y la prudencia política como  generadora de riquezas de las naciones. Estas cornucopias   que parecieran desmaterializarse por la rapidez de la pincelada, como ocurre en Episteme Moderno, 2017, asumen estas valoraciones en la iconografía del artista.     

Cerdos y cochinos antropomórficos:
Vivenes utiliza  el cochino como  uno de los animales metafóricos   para  representar,   la pérdida de valores promovida por el régimen como  la intolerancia, la violencia, la censura, la sumisión, el bachaqueo, la escasez, el temor, la traición, el fanatismo  en sus dibujos trazados  en tinta china sobre mapas topográficos de Caracas,   realizados  con pinceladas rápidas y precisas, y  haciendo uso de  la mancha para crear una tensión entre la figuración y la abstracción. El cerdo se hace presente en esta serie en piezas como El Mito en su Exégesis, 2017, y el Símbolo antecede al Mito,  2017,     dibujos que se convierten en un punto de reflexión,  vinculado  a  la crítica de la novela de George Orwel (1903-1945) Rebelión de la Granja (1945), donde un   cerdo  se convierte en el tirano, y su especie en la clase dominante para deformar los valores de  igualdad, que motorizaron la rebelión. Critica al socialismo y al estalinismo, que se convierte en universal por sus  mordaces señalamientos. Planteamiento que tiene vigencia en los regímenes que se fundamentan en este sistema  ideológico de raíz marxista.

 Dentro   del budismo, el cerdo simboliza el desenfreno  de los deseos, psicología que hereda del hinduismo. Representa por tanto la lujuria, el egoísmo, la sexualidad, la vanidad, la ignorancia, todo aquello que para esta visión del mundo nos encadena a lo más bajo del ser. Y que   hace que  lo sublime se trasforme en  intrascendente,  la paz en violencia, el conocimiento en ignorancia. Es la representación del oscurantismo y la bajeza, dinámica vinculada a la parábola bíblica de las perlas echadas a  los cerdos, imagen de que las verdades espirituales no deben ser  dadas a los indignos de recibirlas; citando a Heráclito,  Clemente de Alejandría   escribe: ”el cerdo goza en el fango y en el estiércol”,   por ello se prohíbe la carne del cochino en el Islam y el judaísmo. Sin embargo entre los vietnamitas, el cerdo es signo de la abundancia, sentido que también es compartido por los egipcios,  significados que se alejan del sentido que les transmite Vivenes, usa  al cochino para representar la perversión de los ciudadanos en las diversas instituciones del Estado; asume   connotaciones negativas, vinculadas a la mitología política  de G. Orwell, lo cual reafirma en el ensamblaje Ideales, 2017, donde sobre una tablero de ajedrez ,  que como juego está  relacionado al azar, y es ese el destino incierto que se cierne sobre Venezuela, para reforzar este sentido  ubica la pata de una mesa con una  rueda   que transmite  una inquietante sensación de desequilibrio e incertidumbre. En cuyo vértice se encuentra  el  rostro de un busto de Bolívar, enmascarado con  parte de un  hocico  de cochino. Materializa  este ensamblaje,    la ignorancia, y  la incapacidad de  esta generación de  héroes de   tener un pensamiento crítico ante la filosofía de la Ilustración y el marxismo. Lo que  ha llevado a esta joven República   a ser incapaz de asumir un destino enraizado en su historia, y no en una quimera.

Ratas humanizadas:
 Los roedores  son  parte de esta iconografía,   se adaptan a las circunstancias más extremas de sobrevivencia. Existen  en  los despojos, en la basura, en los desechos, se caracterizan por  su suciedad, desorden, mal olor, habitan  lugares oscuros, subterráneos y cloacas como actualmente ha ocurrido con algunos venezolanos.  De ahí la presencia de este animal en este  lenguaje plástico. Idea que se expresa de manera clara y contundente, en el plano de Caracas, sobre el que son pintadas dos ratas,  en la obra Dos cosas unidas en una misma idea, 2016.

Paradójicamente el  roedor  tiene     significaciones  opuestas  en Asia, pues es considerado un animal de buen augurio, en Japón donde es  asociado a la riqueza, y en lugares como China y Siberia es su ausencia  signo de inquietud.    Pero  en  Occidente, su simbolismo se asocia a  la avaricia, el parasitismo y la miseria; y  para  Homero, uno de los nombres de Apolo es Sminteo,  derivación de la palabra rata,  animal que propagaba para los griegos  la peste, y destruía las cosechas.  Estos significados  los asume el artista como símbolos   del proceso  de demolición   de una nación. Tal como se evidencia    en la serie de collages de gran formato. Sus significaciones  para el artista  se encuentran en las afirmaciones que hace  en el documental José Vivenes: Actuante, 2017,  representan  la pérdida de valores,  de identidad, de la calidez del venezolano, que  se convierte en  un ser  débil  moralmente. Esto se materializa  en la obra Irreversible Cotidianidad, 2017,  donde  un ser antropomorfo, un hombre-rata está sobredimensionado, donde la técnica que empleó el artista se hace eco de los  hábitos   del roedor, en el  uso particular que hace del collage, al pegar lo dibujado, y al secarse   arrancarlo violentamente. Para dejar    huellas que deja en la superficie de la obra,  que parecieran mordiscos de la rata   tras roer   las etiquetas  de papel. Es este un símil  de esa capa social o boliburgesía  que se ha dedicado a enriquecerse de la corrupción y  la destrucción del aparato productivo de Venezuela. Este  lenguaje plástico, al hacerse  eco de las hábitos del roedor, y del    caos  que dejan las huellas de sus mordidas  de  los papeles que roe, dejan presencias o   mantos de caos  similar a los despojos de la gran población de venezolanos, que se alimentan de los basureros de la calles de las urbes.

La rata en  este lenguaje visual,  es un arquetipo  del venezolano pervertido, deformado por el contexto socio-cultural actual. Al ver el inicio de esta serie en el taller del artista a mediados del 2016,  las primeras capas de estas obras de papel eran laberintos, sobrepuestos, cortados sobre el papel   que emanaban   caos, y oscuridad. Parecían un tributo a Goya.  Negaban ante todo el orden, la luz, la armonía, la paz, la empatía social,  valores añorados por todo país civilizado.  Al terminarlos  proyectan  un contexto socio-político, que  provoca en    el otro una reflexión que puede llevar a un cambio   de conciencia,  que lo convierta en actuante de su destino. 

La fotografía en  Actuante:
En la Balsa de Bello Monte, hay fotografías referenciales que determinan obras  como  el cuadro     titulada Fauna Social, 2016, está  inspirada en una fotografía de la serie Relaciones Paralelas de Luis Brito (1945-2015). Imagen de  un pájaro  caído,    símbolo de la libertad, la ligereza, la espontaneidad, lo lúdico, la gracia    golpeado y asesinado  por un choque con  un objeto de la urbe. El  amarillo vibrante   propio de  la pincelada del artista,  contrasta con el cuerpo oscuro del ave,  un delgado rastro de sangre  se desliza  por su cuerpo. Uno de los iconos visuales de Nelsón Garrido, también están presentes en esta figuración metafórica de Vivenes, en las diversas series fotogràficas de este artista centradas en el cochino. Al igua que  los ajusticiamientos  en Vietcong,  fotografiados por Eddie Adams, están presentes como  relación,  uno de ellos  ganador del premio Pulitzer en 1969. Otra imagen   vital para   acercarse  a  los secretos estéticos de esta serie,   es  la Morgue de Bello Monte, del reportero de sucesos  Alex  Delgado, publicada en el 2010 por el diario El Nacional, que  provocó el cierre del periódico, al de igual que el del Tal Cual. Fue evidente  la censura. A raíz de  ello se  prohibió  publicar imágenes de violencia explícita  en los periódicos, no es casual que esta imagen apocalíptica  tenga   la atmósfera de la novela de Joseph Conrad (1827-1924),  Corazón de Tinieblas. Es de hacer notar que en ese momento, la imagen haya provocado tal impacto, y  es ésta una de las  fotografías que tiene como referencia de la pieza “Rosario Alfabético”, (2016-2017). La cual tiene a su vez  como   asociación  visual  uno de los cuadros más conocidos de Occidente,   ícono del Romanticismo la Balsa de la Medusa, 1818, de Gericault  (1791-1824),  el contenido de la pintura  describe  a 147 náufragos  de los que  solo  sobrevivieron 15 desaparecidos por  el suicidio, el homicidio y el canibalismo.   

En este collage,   se perciben manos a la deriva, cuerpos sobre cuerpos, desordenados como si estuvieran  flotando en el embravecido mar,  hinchados, deformados, lanzados cual  basura que prefiguran las   hambruna silenciada  que nos corroe…

Cada una de esta piezas contiene un grito silencioso de indignación. La ironía está presente en las instalaciones, como la de  Dimensión Estereotipada, 2017, donde de  un carro de juguete,  figuras de miniaturas    disparan  a un   pollo.     Este humor negro también se materializa en los ensamblajes  creados por el artistas, como es   el  busto fantasmal,  hecho con la materia   prima de libros apilonados y pegados a los   que el creador dio  forma con una aserradora, para transmitir esa noción  de intoxicación  intelectual,    de los   progresistas o vanguardias de la cultura y la política, y a su vez señalar la  ignorancia y pasividad  que nos ha llevado a esta revolución bonita. Existe en la muestra otro ensamblaje, donde recrea el artista esta idea desde otra perspectiva,  con el apilamiento de la edición de las obras completas de Simón Bolívar   pegadas como ladrillos, pues el pensamiento bolivariano se ha convertido en  eso, en una realidad inerte y justificadora del totalitarismo,   de ahí el bozal de la cabeza del  muñeco con forma de  zombi, que se ubica en la cúspide de esta escultura. Tienen  estos ensamblajes el sentido que le da Anselm Kieffer (1945), a sus instalaciones de libros de plomo, que son guiados por la idea de que la memoria debe preservarse para poder asimilar las tramas de la historia. Pues el olvido es uno de las principales tragedias de nuestro devenir. Pareciera que existimos  para olvidar.



 Eduardo Planchart Licea