ACTUANTE
jueves, 4 de abril de 2019
José Vivenes: Actuantes del Destino
Eduardo Planchart Licea
Para José Vivenes el
arte debe crear una vinculación con
la realidad, que provoque reflexiones sobre
nuestro aberrante devenir, a esto responde su proyecto “La Balsa de
Bello Monte”, inspirada por su pasión por
comprender la involución ciudadana, al generarse un
salto atávico a lo que él llama: “oscurantismo animalista”.
Caracterizado por un proceso deconstructivo de la sociedad,
que ha convertido los sueños de la razón en apocalíptica
pesadilla. Se materializaron al fin, los fervientes deseos
milenaristas, de los partidarios del socialismo.
Lograron transformar la Pequeña Venecia en una
gigantesca jaula de acero.
El
venezolano existe en un espacio-tiempo dominado por el temor. Es la
psiquis del hombre nuevo, que engendró la revolución, en su
negación del liberalismo, creando una sociedad donde la descripción
de George Orwell del totalitarismo, en su novela
“1984”, (1949) se acerca trágicamente a nuestra
realidad, donde la iconografía patria y la historia se reescribe día a
día. Y el lema del Gran Hermano: "La guerra es
la paz, La libertad es la esclavitud, la ignorancia es la
fuerza", es parte de nuestra cotidianidad.
Esta mordaz crítica al totalitarismo se
transformó en una alegoría del presente, por el
dominio de los antivalores sembrados por el régimen, una
humanidad fanatizada cual zombis que recuerdan la
serie post-apocalíptica “The Walking Dead”.
La realidad ha demostrado lo equivocada que
estaba la de izquierda latinoamericana en sus proyectos
políticos revolucionarios, y particularmente la venezolana que
ignoró la Perestroika (1985), la caída del Muro de Berlín (1989), y
las actuales transformaciones de China, y la dictadura de los
Castro. Actuar de espalda a este devenir, es resultado de
la incapacidad de pensamiento crítico, creativo y activo de
esta generación, y delata su verdadero objetivo: la permanencia en
el Poder, siguiendo la tradición caudillista. Así, la
dictadura del partido, se afirma en el país y en Santiago
León de Caracas, tras el telón de fondo de
una soterrada guerra civil, que devora decenas de
venezolanos con cada tic.-tac. Ante este panorama nos llama la
atención José Vivenes, en su exposición Actuante, 2016 es un
iceberg que revela metáforas visuales de ésta: la cruda
verdad.
Retratos:
El artista con su obra confronta al otro con
sus retratos creados sobre planos de Caracas, para
crear un expresionismo de individuos atormentados que viven y
mueren masivamente, no por la peste como en el medioevo, sino
por la muerte violenta, y por el silbido de bala. Estas formas en
tinta chinta gritan su temor y su angustia en el silencio del papel a
través de sus deformes gestos, mientras las abstractas
manchas, se lanzan sobre los rostros de estos
retratos, como eco del fogonazo de la muerte, que se
materializa en dibujos como Pensamiento producido en el seno de esta
sociedad que va lentamente siendo conquistada, 2017. Podría ser
este personaje un ícono de los horrores que han vivido los 250.000 asesinados
por muerte violenta en los últimos diez años.
Entre
estos dibujos destaca el expresionismo de Actuante, 2016
rostro que muestra entre sombras trazos y
manchas, elementos visuales que proyectan la angustia del
venezolano. La composición de esta serie se presenta como una ofrenda
propiciatoria al monstruoso Kraken, metáfora que podría haber
descripto Tomas Hobbes (1508-1679), en su célebre
libro “Leviatán” (1651), entre pinceladas de grises
y negros que parecieran tormentas oceánicas
que invaden a la sociedad, imagen eficaz
de la degeneración que se está dando en todos los
niveles de nuestra sociedad. Estos retratos afirman la individualidad
perdida, la ausencia del sentido de la vida, que provocan
la conversión del sujeto en
objeto, que pasa de ser actuante, a ser un poseído.
Este sentido, encuentra eco en la serie de ensamblajes La Palabra
se convirtió en sinónimo de innovación radical, 2017,
cabezas realizadas en papel y engrudo, con sombreros que recuerdan
la inquisición, y objetos rituales de la santería como el elegua,
religiosidad utilizada por los dictadores caribeños para
ejercer e internalizar en la sociedad su Poder.
El dibujo Desapercibidos, 2017, la figura
humana se presenta dominada entre la vorágine de la oscuridad, y en Personalidad
de un sujeto, 2016, este clima toma un giro que acentúa el expresionismo al
brotar de la negrura, la huella dorada de una mano extendida, no como
gesto estético ritual propia de las cuevas de Altamira, sino como
un gesto de angustia ante la presencia de un arma blanca, que se ha convertido
en elemento común de esta violencia incontrolable,
que se percibe en cada rincón del país. Estas atmósferas responden a uno
de los planteamientos centrales del artista, y es que la sociedad
venezolana vive un proceso de medievalización, es éste uno
de los lineamientos centrales del pensamiento de Umberto Eco (1932-2016) , que
se da tanto en nuestros sectores populares, como a todo lo largo del país por
la fragmentación del espacio y las nuevas fronteras
afirmadas por las bandas armadas, la narco guerrilla, los
colectivos, las autodefensas de las urbanizaciones indican que se
está evolucionando hacia estructuras similares a las que se dieron en el
feudalismo. El paramilitarismo del régimen, y los colectivos hacen
islas dentro de la sociedad, son una nueva capa de inquisidores contemporáneos
manipulados por los obispos de esta ideología con rasgos de religión, no visten trajes negros y
enarbolan cruces, sahumerios y oraciones sino vestimentas militares,
entre ropajes rojos con los oraciones-slogan de esta religión de estado,
como es ¡Hasta la Victoria siempre Patria o Muerte!, ¡Ganar como sea!,
¡El Show debe continuar!..
Para transmitir visualmente este sentido, el artista
recubre de pinceladas doradas, asociadas a lo sacro y negras,
al oscurantismo, objetos figurativos sobre mapas topográficos
con un gestualismo pictórico que llega al extremo
de pintar con las manos. En esta serie, estos colores cubren
las torres de petróleo, armas de fuego, íconos patrios, héroes
independentistas..; transmiten la idea
de que aún estamos atrapados en la utopía del Dorado. A esto
responde el dibujo Excremento del diablo, 2016 donde es delineada una
dorada torre de petróleo, cubierta por manchas
negras, para transmitir al otro la cruda realidad de
que el venezolano no ha sabido aprovechar esta riqueza, cómo diría don
Arturo Uslar Pietri “No se ha sembrado el petróleo”, esto ha
deformado al venezolano a niveles exponenciales gracias al
socialismo, que mantiene a través del populismo una economía de puerto y la
estructura de un país minero.
Esta pobreza
entre riqueza, se materializa en los dibujos de cornucopias doradas,
por donde deberían emanar los frutos de la tierra, como en el escudo
nacional, en lugar de ello son dominadas por torrentes
dorados como expresión de la alquimia de la miseria. Como se evidencia en
el dibujo Diptongo para un hiato de país, 2017, donde la cornucopia
está representada con trazos espontáneos delgados y dorados, donde no se
ven caer los frutos que produce nuestra generosa tierra
y, en su lugar, dos ratas devoran los restos del festín de la
boliburguersía. Está develando Vivenes metáforas de una
sociedad que abandonó los valores que se estaban tratando de
sembrar en cuarenta años de democracia, tan simples como que
la riqueza es producto del trabajo, y no de la viveza; destacar el criterio de
excelencia y no el de militancia, el de innovación y no el de sumisión,
sentidos morales que están representados en estas ratas que se
alimentan de despojos. El símbolo de la cornucopia ha
trasformado su sentido y su significación. En la antigüedad, los frutos que
brotaban de los cuernos de la abundancia lo hacían por la parte superior,
y estaban asociados a deidades griegas como Baco y Ceres,
vinculadas a la fertilidad y a los instintos primaverales. Pero esto fue
mutando, y en términos simbólicos se dio un cambio del lugar por donde
brotaban los frutos, que paso de la parte superior a la inferior,
entre los siglos XVII y XVIII, y estos frutos que brotaban y caían
asumieron connotaciones vinculadas a la libertad, la felicidad pública y la
prudencia política como generadora de riquezas de las naciones. Estas
cornucopias que parecieran desmaterializarse por la rapidez de la
pincelada, como ocurre en Episteme Moderno, 2017, asumen estas
valoraciones en la iconografía del artista.
Cerdos y cochinos antropomórficos:
Vivenes utiliza el cochino como uno de los
animales metafóricos para representar, la pérdida
de valores promovida por el régimen como la intolerancia, la violencia,
la censura, la sumisión, el bachaqueo, la escasez, el temor, la traición, el
fanatismo en sus dibujos trazados en tinta china sobre mapas
topográficos de Caracas, realizados con pinceladas rápidas y
precisas, y haciendo uso de la mancha para crear una tensión entre
la figuración y la abstracción. El cerdo se hace presente en esta serie en
piezas como El Mito en su Exégesis, 2017, y el Símbolo antecede al
Mito, 2017, dibujos que se convierten en un
punto de reflexión, vinculado a la crítica de la novela de
George Orwel (1903-1945) Rebelión de la Granja (1945), donde un
cerdo se convierte en el tirano, y su especie en la clase
dominante para deformar los valores de igualdad, que motorizaron la
rebelión. Critica al socialismo y al estalinismo, que se convierte en universal
por sus mordaces señalamientos. Planteamiento que tiene vigencia en los
regímenes que se fundamentan en este sistema ideológico de raíz marxista.
Dentro del budismo, el cerdo
simboliza el desenfreno de los deseos, psicología que hereda del
hinduismo. Representa por tanto la lujuria, el egoísmo, la sexualidad, la
vanidad, la ignorancia, todo aquello que para esta visión del mundo nos
encadena a lo más bajo del ser. Y que hace que lo sublime se
trasforme en intrascendente, la paz en violencia, el conocimiento
en ignorancia. Es la representación del oscurantismo y la bajeza,
dinámica vinculada a la parábola bíblica de las perlas echadas a los
cerdos, imagen de que las verdades espirituales no deben ser dadas a los
indignos de recibirlas; citando a Heráclito, Clemente de Alejandría
escribe: ”el cerdo goza en el fango y en el estiércol”,
por ello se prohíbe la carne del cochino en el Islam y el judaísmo.
Sin embargo entre los vietnamitas, el cerdo es signo de la abundancia, sentido
que también es compartido por los egipcios, significados que se alejan
del sentido que les transmite Vivenes, usa al cochino para representar la
perversión de los ciudadanos en las diversas instituciones del Estado; asume
connotaciones negativas, vinculadas a la mitología política de G. Orwell, lo cual reafirma en el
ensamblaje Ideales, 2017, donde sobre una tablero de ajedrez , que
como juego está relacionado al azar, y es ese el destino incierto que se
cierne sobre Venezuela, para reforzar este sentido ubica la pata de una
mesa con una rueda que transmite una inquietante
sensación de desequilibrio e incertidumbre. En cuyo vértice se encuentra
el rostro de un busto de Bolívar, enmascarado con parte de un
hocico de cochino. Materializa este ensamblaje,
la ignorancia, y la incapacidad de esta
generación de héroes de tener un pensamiento crítico ante la
filosofía de la Ilustración y el marxismo. Lo que ha llevado a esta joven
República a ser incapaz de asumir un destino enraizado en su
historia, y no en una quimera.
Ratas humanizadas:
Los roedores son parte de esta
iconografía, se adaptan a las circunstancias más extremas de
sobrevivencia. Existen en los despojos, en la basura, en los
desechos, se caracterizan por su suciedad, desorden, mal olor, habitan
lugares oscuros, subterráneos y cloacas como actualmente ha ocurrido con
algunos venezolanos. De ahí la presencia de este animal en este
lenguaje plástico. Idea que se expresa de manera clara y contundente, en el
plano de Caracas, sobre el que son pintadas dos ratas, en la obra Dos
cosas unidas en una misma idea, 2016.
Paradójicamente el roedor
tiene significaciones opuestas en
Asia, pues es considerado un animal de buen augurio, en Japón donde es
asociado a la riqueza, y en lugares como China y Siberia es su ausencia
signo de inquietud. Pero en Occidente, su
simbolismo se asocia a la avaricia, el parasitismo y la miseria; y
para Homero, uno de los nombres de Apolo es Sminteo, derivación de
la palabra rata, animal que propagaba para los griegos la peste, y
destruía las cosechas. Estos significados los asume el artista como
símbolos del proceso de demolición de una nación.
Tal como se evidencia en la serie de collages de gran
formato. Sus significaciones para el artista se encuentran en las
afirmaciones que hace en el documental José Vivenes: Actuante,
2017, representan la pérdida de valores, de identidad, de la
calidez del venezolano, que se convierte en un ser débil
moralmente. Esto se materializa en la obra Irreversible
Cotidianidad, 2017, donde un ser antropomorfo, un hombre-rata
está sobredimensionado, donde la técnica que empleó el artista se hace eco de
los hábitos del roedor, en el uso particular que hace
del collage, al pegar lo dibujado, y al secarse arrancarlo violentamente. Para
dejar huellas que deja en la superficie de la obra, que
parecieran mordiscos de la rata tras roer las etiquetas
de papel. Es este un símil de esa capa social o boliburgesía
que se ha dedicado a enriquecerse de la corrupción y la destrucción del
aparato productivo de Venezuela. Este lenguaje plástico, al hacerse
eco de las hábitos del roedor, y del caos que
dejan las huellas de sus mordidas de los papeles que roe, dejan
presencias o mantos de caos similar a los despojos de la gran
población de venezolanos, que se alimentan de los basureros de la calles de las
urbes.
La rata en este lenguaje visual, es un
arquetipo del venezolano pervertido, deformado por el contexto
socio-cultural actual. Al ver el inicio de esta serie en el taller del artista
a mediados del 2016, las primeras capas de estas obras de papel eran
laberintos, sobrepuestos, cortados sobre el papel que emanaban
caos, y oscuridad. Parecían un tributo a Goya. Negaban ante
todo el orden, la luz, la armonía, la paz, la empatía social, valores
añorados por todo país civilizado. Al terminarlos proyectan
un contexto socio-político, que provoca en el
otro una reflexión que puede llevar a un cambio de conciencia,
que lo convierta en actuante de su destino.
La fotografía en Actuante:
En la Balsa de Bello Monte, hay fotografías referenciales que determinan
obras como el cuadro titulada Fauna
Social, 2016, está inspirada en una fotografía de la serie Relaciones
Paralelas de Luis Brito (1945-2015). Imagen de un pájaro caído,
símbolo de la libertad, la ligereza, la espontaneidad, lo
lúdico, la gracia golpeado y asesinado por un choque
con un objeto de la urbe. El amarillo vibrante propio
de la pincelada del artista, contrasta con el cuerpo oscuro del
ave, un delgado rastro de sangre se desliza por su cuerpo.
Uno de los iconos visuales de Nelsón Garrido, también están presentes en esta
figuración metafórica de Vivenes, en las diversas series fotogràficas de este
artista centradas en el cochino. Al igua que los ajusticiamientos en Vietcong,
fotografiados por Eddie Adams, están presentes como relación, uno de ellos ganador del
premio Pulitzer en 1969. Otra imagen vital para
acercarse a los secretos estéticos de esta serie,
es la Morgue de Bello Monte,
del reportero de sucesos Alex Delgado, publicada en el 2010 por el
diario El Nacional, que provocó el cierre del periódico, al de
igual que el del Tal Cual. Fue evidente la censura. A raíz
de ello se prohibió publicar imágenes de violencia explícita
en los periódicos, no es casual que esta imagen apocalíptica tenga
la atmósfera de la novela de Joseph Conrad (1827-1924), Corazón
de Tinieblas. Es de hacer notar que en ese momento, la imagen haya
provocado tal impacto, y es ésta una de las fotografías que tiene
como referencia de la pieza “Rosario Alfabético”, (2016-2017). La cual
tiene a su vez como asociación visual uno de los cuadros más conocidos
de Occidente, ícono del Romanticismo la Balsa de la Medusa,
1818, de Gericault (1791-1824), el contenido de la pintura
describe a 147 náufragos de los que solo
sobrevivieron 15 desaparecidos por el suicidio, el homicidio y el
canibalismo.
En este collage, se perciben manos a la
deriva, cuerpos sobre cuerpos, desordenados como si estuvieran flotando
en el embravecido mar, hinchados, deformados, lanzados cual basura
que prefiguran las hambruna silenciada que nos corroe…
Cada una de esta piezas contiene un grito silencioso
de indignación. La ironía está presente en las instalaciones, como la de Dimensión
Estereotipada, 2017, donde de un carro de juguete,
figuras de miniaturas disparan a un
pollo. Este humor negro también se
materializa en los ensamblajes creados por el artistas, como es
el busto fantasmal, hecho con la materia prima de
libros apilonados y pegados a los que el creador dio
forma con una aserradora, para transmitir esa noción de intoxicación
intelectual, de los progresistas o
vanguardias de la cultura y la política, y a su vez señalar la ignorancia
y pasividad que nos ha llevado a esta revolución bonita. Existe en la muestra
otro ensamblaje, donde recrea el artista esta idea desde otra perspectiva,
con el apilamiento de la edición de las obras completas de Simón Bolívar
pegadas como ladrillos, pues el pensamiento bolivariano se ha
convertido en eso, en una realidad inerte y justificadora del totalitarismo,
de ahí el bozal de la cabeza del muñeco con forma de zombi,
que se ubica en la cúspide de esta escultura. Tienen estos ensamblajes el
sentido que le da Anselm Kieffer (1945), a sus instalaciones de libros de
plomo, que son guiados por la idea de que la memoria debe preservarse para
poder asimilar las tramas de la historia. Pues el olvido es uno de las
principales tragedias de nuestro devenir. Pareciera que existimos para
olvidar.
miércoles, 20 de marzo de 2019
Actuante
José Vivenes: Actuantes del Destino
El
venezolano existe en un espacio-tiempo dominado por el temor. Es la
psiquis del hombre nuevo, que engendró la revolución, en su
negación del liberalismo, creando una sociedad donde la descripción
de George Orwell del totalitarismo, en su novela
“1984”, (1949) se acerca trágicamente a nuestra
realidad, donde la iconografía patria y la historia se reescribe día a
día. Y el lema del Gran Hermano: "La guerra es
la paz, La libertad es la esclavitud, la ignorancia es la
fuerza", es parte de nuestra cotidianidad.
Esta mordaz crítica al totalitarismo se
transformó en una alegoría del presente, por el
dominio de los antivalores sembrados por el régimen, una
humanidad fanatizada cual zombis que recuerdan la
serie post-apocalíptica “The Walking Dead”.
La realidad ha demostrado lo equivocada que
estaba la de izquierda latinoamericana en sus proyectos
políticos revolucionarios, y particularmente la venezolana que
ignoró la Perestroika (1985), la caída del Muro de Berlín (1989), y
las actuales transformaciones de China, y la dictadura de los
Castro. Actuar de espalda a este devenir, es resultado de
la incapacidad de pensamiento crítico, creativo y activo de
esta generación, y delata su verdadero objetivo: la permanencia en
el Poder, siguiendo la tradición caudillista. Así, la
dictadura del partido, se afirma en el país y en Santiago
León de Caracas, tras el telón de fondo de
una soterrada guerra civil, que devora decenas de
venezolanos con cada tic.-tac. Ante este panorama nos llama la
atención José Vivenes, en su exposición Actuante, 2016 es un
iceberg que revela metáforas visuales de ésta: la cruda
verdad.
Retratos:
El artista con su obra confronta al otro con
sus retratos creados sobre planos de Caracas, para
crear un expresionismo de individuos atormentados que viven y
mueren masivamente, no por la peste como en el medioevo, sino
por la muerte violenta, y por el silbido de bala. Estas formas en
tinta chinta gritan su temor y su angustia en el silencio del papel a
través de sus deformes gestos, mientras las abstractas
manchas, se lanzan sobre los rostros de estos
retratos, como eco del fogonazo de la muerte, que se
materializa en dibujos como Pensamiento producido en el seno de esta
sociedad que va lentamente siendo conquistada, 2017. Podría ser
este personaje un ícono de los horrores que han vivido los 250.000 asesinados
por muerte violenta en los últimos diez años.
Entre
estos dibujos destaca el expresionismo de Actuante, 2016
rostro que muestra entre sombras trazos y
manchas, elementos visuales que proyectan la angustia del
venezolano. La composición de esta serie se presenta como una ofrenda
propiciatoria al monstruoso Kraken, metáfora que podría haber
descripto Tomas Hobbes (1508-1679), en su célebre
libro “Leviatán” (1651), entre pinceladas de grises
y negros que parecieran tormentas oceánicas
que invaden a la sociedad, imagen eficaz
de la degeneración que se está dando en todos los
niveles de nuestra sociedad. Estos retratos afirman la individualidad
perdida, la ausencia del sentido de la vida, que provocan
la conversión del sujeto en
objeto, que pasa de ser actuante, a ser un poseído.
Este sentido, encuentra eco en la serie de ensamblajes La Palabra
se convirtió en sinónimo de innovación radical, 2017,
cabezas realizadas en papel y engrudo, con sombreros que recuerdan
la inquisición, y objetos rituales de la santería como el elegua,
religiosidad utilizada por los dictadores caribeños para
ejercer e internalizar en la sociedad su Poder.
El dibujo Desapercibidos, 2017, la figura
humana se presenta dominada entre la vorágine de la oscuridad, y en Personalidad
de un sujeto, 2016, este clima toma un giro que acentúa el expresionismo al
brotar de la negrura, la huella dorada de una mano extendida, no como
gesto estético ritual propia de las cuevas de Altamira, sino como
un gesto de angustia ante la presencia de un arma blanca, que se ha convertido
en elemento común de esta violencia incontrolable,
que se percibe en cada rincón del país. Estas atmósferas responden a uno
de los planteamientos centrales del artista, y es que la sociedad
venezolana vive un proceso de medievalización, es éste uno
de los lineamientos centrales del pensamiento de Umberto Eco (1932-2016) , que
se da tanto en nuestros sectores populares, como a todo lo largo del país por
la fragmentación del espacio y las nuevas fronteras
afirmadas por las bandas armadas, la narco guerrilla, los
colectivos, las autodefensas de las urbanizaciones indican que se
está evolucionando hacia estructuras similares a las que se dieron en el
feudalismo. El paramilitarismo del régimen, y los colectivos hacen
islas dentro de la sociedad, son una nueva capa de inquisidores contemporáneos
manipulados por los obispos de esta ideología con rasgos de religión, no visten trajes negros y
enarbolan cruces, sahumerios y oraciones sino vestimentas militares,
entre ropajes rojos con los oraciones-slogan de esta religión de estado,
como es ¡Hasta la Victoria siempre Patria o Muerte!, ¡Ganar como sea!,
¡El Show debe continuar!..
Para transmitir visualmente este sentido, el artista
recubre de pinceladas doradas, asociadas a lo sacro y negras,
al oscurantismo, objetos figurativos sobre mapas topográficos
con un gestualismo pictórico que llega al extremo
de pintar con las manos. En esta serie, estos colores cubren
las torres de petróleo, armas de fuego, íconos patrios, héroes
independentistas..; transmiten la idea
de que aún estamos atrapados en la utopía del Dorado. A esto
responde el dibujo Excremento del diablo, 2016 donde es delineada una
dorada torre de petróleo, cubierta por manchas
negras, para transmitir al otro la cruda realidad de
que el venezolano no ha sabido aprovechar esta riqueza, cómo diría don
Arturo Uslar Pietri “No se ha sembrado el petróleo”, esto ha
deformado al venezolano a niveles exponenciales gracias al
socialismo, que mantiene a través del populismo una economía de puerto y la
estructura de un país minero.
Esta pobreza
entre riqueza, se materializa en los dibujos de cornucopias doradas,
por donde deberían emanar los frutos de la tierra, como en el escudo
nacional, en lugar de ello son dominadas por torrentes
dorados como expresión de la alquimia de la miseria. Como se evidencia en
el dibujo Diptongo para un hiato de país, 2017, donde la cornucopia
está representada con trazos espontáneos delgados y dorados, donde no se
ven caer los frutos que produce nuestra generosa tierra
y, en su lugar, dos ratas devoran los restos del festín de la
boliburguersía. Está develando Vivenes metáforas de una
sociedad que abandonó los valores que se estaban tratando de
sembrar en cuarenta años de democracia, tan simples como que
la riqueza es producto del trabajo, y no de la viveza; destacar el criterio de
excelencia y no el de militancia, el de innovación y no el de sumisión,
sentidos morales que están representados en estas ratas que se
alimentan de despojos. El símbolo de la cornucopia ha
trasformado su sentido y su significación. En la antigüedad, los frutos que
brotaban de los cuernos de la abundancia lo hacían por la parte superior,
y estaban asociados a deidades griegas como Baco y Ceres,
vinculadas a la fertilidad y a los instintos primaverales. Pero esto fue
mutando, y en términos simbólicos se dio un cambio del lugar por donde
brotaban los frutos, que paso de la parte superior a la inferior,
entre los siglos XVII y XVIII, y estos frutos que brotaban y caían
asumieron connotaciones vinculadas a la libertad, la felicidad pública y la
prudencia política como generadora de riquezas de las naciones. Estas
cornucopias que parecieran desmaterializarse por la rapidez de la
pincelada, como ocurre en Episteme Moderno, 2017, asumen estas
valoraciones en la iconografía del artista.
Cerdos y cochinos antropomórficos:
Vivenes utiliza el cochino como uno de los
animales metafóricos para representar, la pérdida
de valores promovida por el régimen como la intolerancia, la violencia,
la censura, la sumisión, el bachaqueo, la escasez, el temor, la traición, el
fanatismo en sus dibujos trazados en tinta china sobre mapas
topográficos de Caracas, realizados con pinceladas rápidas y
precisas, y haciendo uso de la mancha para crear una tensión entre
la figuración y la abstracción. El cerdo se hace presente en esta serie en
piezas como El Mito en su Exégesis, 2017, y el Símbolo antecede al
Mito, 2017, dibujos que se convierten en un
punto de reflexión, vinculado a la crítica de la novela de
George Orwel (1903-1945) Rebelión de la Granja (1945), donde un
cerdo se convierte en el tirano, y su especie en la clase
dominante para deformar los valores de igualdad, que motorizaron la
rebelión. Critica al socialismo y al estalinismo, que se convierte en universal
por sus mordaces señalamientos. Planteamiento que tiene vigencia en los
regímenes que se fundamentan en este sistema ideológico de raíz marxista.
Dentro del budismo, el cerdo
simboliza el desenfreno de los deseos, psicología que hereda del
hinduismo. Representa por tanto la lujuria, el egoísmo, la sexualidad, la
vanidad, la ignorancia, todo aquello que para esta visión del mundo nos
encadena a lo más bajo del ser. Y que hace que lo sublime se
trasforme en intrascendente, la paz en violencia, el conocimiento
en ignorancia. Es la representación del oscurantismo y la bajeza,
dinámica vinculada a la parábola bíblica de las perlas echadas a los
cerdos, imagen de que las verdades espirituales no deben ser dadas a los
indignos de recibirlas; citando a Heráclito, Clemente de Alejandría
escribe: ”el cerdo goza en el fango y en el estiércol”,
por ello se prohíbe la carne del cochino en el Islam y el judaísmo.
Sin embargo entre los vietnamitas, el cerdo es signo de la abundancia, sentido
que también es compartido por los egipcios, significados que se alejan
del sentido que les transmite Vivenes, usa al cochino para representar la
perversión de los ciudadanos en las diversas instituciones del Estado; asume
connotaciones negativas, vinculadas a la mitología política de G. Orwell, lo cual reafirma en el
ensamblaje Ideales, 2017, donde sobre una tablero de ajedrez , que
como juego está relacionado al azar, y es ese el destino incierto que se
cierne sobre Venezuela, para reforzar este sentido ubica la pata de una
mesa con una rueda que transmite una inquietante
sensación de desequilibrio e incertidumbre. En cuyo vértice se encuentra
el rostro de un busto de Bolívar, enmascarado con parte de un
hocico de cochino. Materializa este ensamblaje,
la ignorancia, y la incapacidad de esta
generación de héroes de tener un pensamiento crítico ante la
filosofía de la Ilustración y el marxismo. Lo que ha llevado a esta joven
República a ser incapaz de asumir un destino enraizado en su
historia, y no en una quimera.
Ratas humanizadas:
Los roedores son parte de esta
iconografía, se adaptan a las circunstancias más extremas de
sobrevivencia. Existen en los despojos, en la basura, en los
desechos, se caracterizan por su suciedad, desorden, mal olor, habitan
lugares oscuros, subterráneos y cloacas como actualmente ha ocurrido con
algunos venezolanos. De ahí la presencia de este animal en este
lenguaje plástico. Idea que se expresa de manera clara y contundente, en el
plano de Caracas, sobre el que son pintadas dos ratas, en la obra Dos
cosas unidas en una misma idea, 2016.
Paradójicamente el roedor
tiene significaciones opuestas en
Asia, pues es considerado un animal de buen augurio, en Japón donde es
asociado a la riqueza, y en lugares como China y Siberia es su ausencia
signo de inquietud. Pero en Occidente, su
simbolismo se asocia a la avaricia, el parasitismo y la miseria; y
para Homero, uno de los nombres de Apolo es Sminteo, derivación de
la palabra rata, animal que propagaba para los griegos la peste, y
destruía las cosechas. Estos significados los asume el artista como
símbolos del proceso de demolición de una nación.
Tal como se evidencia en la serie de collages de gran
formato. Sus significaciones para el artista se encuentran en las
afirmaciones que hace en el documental José Vivenes: Actuante,
2017, representan la pérdida de valores, de identidad, de la
calidez del venezolano, que se convierte en un ser débil
moralmente. Esto se materializa en la obra Irreversible
Cotidianidad, 2017, donde un ser antropomorfo, un hombre-rata
está sobredimensionado, donde la técnica que empleó el artista se hace eco de
los hábitos del roedor, en el uso particular que hace
del collage, al pegar lo dibujado, y al secarse
arrancarlo violentamente. Para dejar huellas que
deja en la superficie de la obra, que parecieran mordiscos de la
rata tras roer las etiquetas de papel. Es este un
símil de esa capa social o boliburgesía que se ha dedicado a
enriquecerse de la corrupción y la destrucción del aparato productivo de
Venezuela. Este lenguaje plástico, al hacerse eco de las hábitos
del roedor, y del caos que dejan las huellas de sus mordidas
de los papeles que roe, dejan presencias o mantos de caos
similar a los despojos de la gran población de venezolanos, que se
alimentan de los basureros de la calles de las urbes.
La rata en este lenguaje visual, es un
arquetipo del venezolano pervertido, deformado por el contexto
socio-cultural actual. Al ver el inicio de esta serie en el taller del artista
a mediados del 2016, las primeras capas de estas obras de papel eran
laberintos, sobrepuestos, cortados sobre el papel que emanaban
caos, y oscuridad. Parecían un tributo a Goya. Negaban ante
todo el orden, la luz, la armonía, la paz, la empatía social, valores
añorados por todo país civilizado. Al terminarlos proyectan
un contexto socio-político, que provoca en el
otro una reflexión que puede llevar a un cambio de conciencia,
que lo convierta en actuante de su destino.
La fotografía en Actuante:
En la Balsa de Bello Monte, hay fotografías referenciales que determinan
obras como el cuadro titulada Fauna
Social, 2016, está inspirada en una fotografía de la serie Relaciones
Paralelas de Luis Brito (1945-2015). Imagen de un pájaro caído,
símbolo de la libertad, la ligereza, la espontaneidad, lo
lúdico, la gracia golpeado y asesinado por un choque
con un objeto de la urbe. El amarillo vibrante propio
de la pincelada del artista, contrasta con el cuerpo oscuro del
ave, un delgado rastro de sangre se desliza por su cuerpo.
Uno de los iconos visuales de Nelsón Garrido, también están presentes en esta
figuración metafórica de Vivenes, en las diversas series fotogràficas de este
artista centradas en el cochino. Al igua que
los ajusticiamientos en Vietcong, fotografiados por Eddie
Adams, están presentes como
relación, uno de ellos ganador del premio Pulitzer en
1969. Otra imagen vital para acercarse a
los secretos estéticos de esta serie, es la Morgue de Bello Monte, del reportero de
sucesos Alex Delgado, publicada en el 2010 por el diario El
Nacional, que provocó el cierre del periódico, al de igual que el del
Tal Cual. Fue evidente la censura. A raíz de ello
se prohibió publicar imágenes de violencia explícita en los
periódicos, no es casual que esta imagen apocalíptica tenga
la atmósfera de la novela de Joseph Conrad (1827-1924), Corazón
de Tinieblas. Es de hacer notar que en ese momento, la imagen haya
provocado tal impacto, y es ésta una de las fotografías que tiene
como referencia de la pieza “Rosario Alfabético”, (2016-2017). La cual
tiene a su vez como asociación
visual uno de los cuadros más conocidos de Occidente,
ícono del Romanticismo la Balsa de la Medusa, 1818, de
Gericault (1791-1824), el contenido de la pintura describe
a 147 náufragos de los que solo sobrevivieron 15
desaparecidos por el suicidio, el homicidio y el canibalismo.
En este collage, se perciben manos a la
deriva, cuerpos sobre cuerpos, desordenados como si estuvieran flotando
en el embravecido mar, hinchados, deformados, lanzados cual basura
que prefiguran las hambruna silenciada que nos corroe…
Cada una de esta piezas contiene un grito silencioso
de indignación. La ironía está presente en las instalaciones, como la de Dimensión
Estereotipada, 2017, donde de un carro de juguete,
figuras de miniaturas disparan a un
pollo. Este humor negro también se
materializa en los ensamblajes creados por el artistas, como es
el busto fantasmal, hecho con la materia prima de
libros apilonados y pegados a los que el creador dio
forma con una aserradora, para transmitir esa noción de intoxicación
intelectual, de los progresistas o
vanguardias de la cultura y la política, y a su vez señalar la ignorancia
y pasividad que nos ha llevado a esta revolución bonita. Existe en la muestra
otro ensamblaje, donde recrea el artista esta idea desde otra perspectiva,
con el apilamiento de la edición de las obras completas de Simón Bolívar
pegadas como ladrillos, pues el pensamiento bolivariano se ha
convertido en eso, en una realidad inerte y justificadora del totalitarismo,
de ahí el bozal de la cabeza del muñeco con forma de zombi,
que se ubica en la cúspide de esta escultura. Tienen estos ensamblajes el
sentido que le da Anselm Kieffer (1945), a sus instalaciones de libros de
plomo, que son guiados por la idea de que la memoria debe preservarse para
poder asimilar las tramas de la historia. Pues el olvido es uno de las
principales tragedias de nuestro devenir. Pareciera que existimos para
olvidar.
Eduardo Planchart Licea
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